O

WRBion reinventa el mundo mental del psicoanálisis clásico en muchos aspectos.
  • No hay aparato psíquico ni mundo interno; es personalidad y parte de la personalidad (o funciones y factores).
  • No hay pulsión ni sus derivados (teoría traumática, RTN, sublimación, compulsión a la repetición), sino tropismos (espacio Sigma).
  • En el principio no hay Yo ni inconsciente; hay la matriz de una función capaz de crear inconsciente (función alfa).
  • El dormir no es el guardián del soñar; el soñar es el guardián del dormir (trabajo del sueño alfa).
  • En el origen no hay una falta; en el origen hay exceso a digerir.
  • El pensar no crea pensamientos; los pensamientos crean el pensar.
  • Existen pensamientos sin pensador, acciones sin agente y relaciones sin objetos relacionados.
  • El nacimiento biológico y el mental no siempre coinciden; se puede nacer sin haber nacido. 
  • No hay objetos, sino elementos.
Y estos son sólo algunos de los ejemplos más llamativos para aquellos fuertemente familiarizados con el psicoanálisis clásico.

Gran parte de estas ideas tienen su origen en suponer la existencia de una verdad última, desconocida e incognoscible de la que parte todo conocimiento. A esta verdad última la llama O (como la letra o, de origen).



Este O no es cero. Y Bion lo diferencia bien claramente en los Seminarios de Psicoanálisis de San Pablo publicados por Paidós, en la página 70 cuando dice que Al usar la letra O lo hago para indicar el noúmeno, la cosa‑en‑sí de la cual nadie sabe nada. Considero que el conocimiento empieza sólo cuando nos ocupamos de los fenómenos. El cero debe ser reservado para las aplicaciones prescriptas por las definiciones matemáticas y no debería ser adaptado a nuestros propósitos sin un previo  esclarecimiento del uso que intentamos darle. O y cero no son la misma cosa, ya que el cero constituye un estupendo descubrimiento cuyo valor no debe ser desaprensivamente desgastado. Sería de gran ayuda contar con un cero en análisis que correspondiera al "silencio" (pausa) de la música. Siempre existe el riesgo de adoptar una palabra o un símbolo equivocado, como la O que puede parecer un cero, a pesar de ser algo distinto.           

Y en la página 32 de Atención e Interpretación la describe como:
[O] Representa la verdad absoluta contenida en cualquier objeto y propia de éste; se supone que no puede ser conocida por ningún ser humano; puede saberse acerca de ella, puede reconocerse y sentirse su presencia,  pero no puede conocérsela. Es posible ser uno con ella. El hecho de que existe es un postulado esencial de la ciencia,  pero no se la puede descubrir científicamente. Ningún descubrimiento psicoanalítico es posible sin el reconocimiento de su existencia, la unificación con ella y la evolución. Los místicos religiosos son quienes tal vez se hayan aproximado más íntimamente a la expresión de la experiencia de ella. Su existencia es tan esencial para la ciencia como para la religión. A su vez, el enfoque científico es tan esencial para la religión como lo es para la misma ciencia y tan eficaz para una como para otra (…).

La definición es más bien clara, como lo es la idea. Sin embargo, su simpleza no debe engañar sobre la complejidad y profundidad de sus implicancias.

Veamos un poco más. Bion sostiene que O está presenta en todas las ramas de la ciencia o saber, sólo que recibe distintas nominaciones y como los sistemas transformacionales de comprensión de cada una de ellas es distinta, lo es también el tipo de conocimiento al que se llega.

Por ejemplo:
0
Religión
Filosofía
Fenomenología
Epistemología
Psicoanálisis
Verdad última
Divinidad
Cosa en sí
Noúmeno
Sabiduría
Inconsciente
Realidad
Dios
Cosa para sí
Fenómeno
Conocimiento

Ahora bien, si O no puede ser conocido, tiene que haber alguna forma de llega al punto en el cual se pueda obtener algún tipo de información respecto de él.

El psicoanálisis trata con problemas concretos de manera abstracta. Esto quiere decir que para un analista sexo, triste, dulce, feo, alegra, angustia, ansiedad, dicha, son objetos tan concretos como una mesa, una silla o un elefante. Los analistas tratamos con experiencias emocionales que se instituyen como objetos psicoanalíticos perfectamente observables. Claro que no pueden observados por los cinco sentidos comunes sino por algún otro tipo de sentido.

Por eso, y atento a este problema, Bion toma en Aprendiendo de la Experiencia (pag. 99) el toro por las astas y da una definición fuerte de la situación. Dice que el problema presentado por la experiencia psicoanalítica es la falta de una terminología adecuada para describirla, y en este sentido se asemeja al problema que Aristóteles solucionó suponiendo que las matemáticas se ocupan de objetos matemáticos. Es conveniente suponer que el psicoanálisis trata con objetos psicoanalíticos y que el psicoanalista debe interesarse en detectar y observar estos objetos al conducir un análisis.

Estos objetos tienen tres dimensiones o extensiones:
1.        Una extensión en el dominio del mito (Hilera C de la Tabla)
2.        Una extensión en el dominio de los sentidos (en tanto sentido común)
3.        Una extensión en el dominio de la pasión (en tanto relación equilibrada de Amor, Odio y Conocimiento)

En este contexto, el analista detecta objetos psicoanalíticos mediante su intuición y los conoce mediante un profundo proceso conocido con el nombre de Conocimiento (del que nos ocuparemos en la próxima entrega). El tipo de sabiduría obtenida por la intuición del objeto en sí se da mediante un tipo de transformación al que Bion llamó at-one-ment o en unicidad.

La idea general de este tipo de transformación puede ser representada analógicamente por el siguiente modelo. Supongamos que queremos transportar la frecuencia en la que se encuentra vibrando una cuerda en un determinado lugar pero que no disponemos del instrumental técnico adecuado para hacerlo. Eso nos presenta un problema pues no podemos calcular ni conocer la frecuencia de modo preciso ni reproducirla en otro lugar. En cambio, lo que si podemos hacer, es encimar la cuerda vibrante a otra cuerda y hacerlas vibrar en la misma frecuencia y transportarla hasta el lugar en el que necesitamos esa frecuencia operativa. De esta forma, no tendríamos nunca el “conocimiento” de la frecuencia exacta, pero si podríamos “saber” cómo vibra.

En los términos que a nosotros nos interesa, es imposible para el aparato técnico humano para conocer tener contacto directo con el hecho tal-cual-es. Sin embargo es posible estar en unicidad con el paciente (o los contenidos del paciente) de manera de poder obtener una sabiduría de su ser en sí-mismo, de su O, que pueda ser luego transformado en algún tipo de conocimiento adecuado para la formulación de una interpretación.

De esta forma, el problema de O no es místico, sino técnico. Lo más recalcitrante del establishment kleiniano le atribuye a estos desarrollos de Bion el mote de místicos; cuando lo místico es sólo un vértice más de aproximación al problema. Como lo son el vértice matemático, el artístico, el científico, el físico o el médico.  Lo importante no es el vértice (que nos permite descubrir la penumbra asociativa del modelo), sino el hecho y el objeto psicoanalítico descubierto por ese tipo de aproximación.

La sabiduría del hecho se obtiene en la práctica y el conocimiento en el estudio.

Dicho de otra forma, es mucho más fácil hablar como un psicoanalista, que ser psicoanalista. Es mucho más simple aprender acerca del psicoanálisis que hacer psicoanálisis. La falsa erudición esgrimida por algunos centros de poder psicoanalíticos o/y Escuelas a la manera de galimatías o engorrosas enciclopedias, es usada para ocultar el verdadero psicoanálisis. Si trasladamos este problema a la manera de interpretar, las reverberaciones técnicas del problema son inmensas.

La importancia de la postulación de O en relación al objeto psicoanalítico y la experiencia de la clínica radica en poner en el centro de la escena a los hechos y no a las teorías, dado que es de los hechos de quienes no podemos evadirnos y los que, en definitiva, brindan los únicos puntos sólidos sobre los que apoyarse.

Es por esto por lo que el analista debe dudar siempre de la formulación interpretativa que encuentre/logre y no de su intuición respecto de la existencia de un hecho u objeto psicoanalítico en determinado lugar del material de un paciente.


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